El movimiento pictórico denominado impresionismo nació en
Paris en 1870 y es de los más importantes y reconocidos de la pintura contemporánea.
El origen del nombre está en un cuadro de Monet titulado “Impresion, soleil
levant”, la crítica de entonces se burló del nuevo estilo bautizándolo como
“impresionista”.
El impresionismo tiene muchos puntos innovadores y
originales y surgió como diferenciación del realismo, imperante hasta entonces
en Francia. Puedes comprobar en los cuadros expuestos las características
generales que identifican las obras impresionistas:
Se pinta la apariencia, no la existencia definida, por eso se alcanza la “desmaterialización”. No importan las formas sino el aspecto puntual.
Se pinta al aire libre (“Plein air”) para captar lo
instantáneo : la luz, los contrastes, lo fugitivo, lo cambiante. Predomina lo
impreciso y lo vaporoso. El pintor tiene que trabajar deprisa porque luces y
colores al aire libre cambian con rapidez, y no digamos nada de las nubes, la
lluvia, la niebla, la nieve, puestas y salidas de sol, etc. En los
impresionistas se adivina la hora del día y la estación del año según la luz y
la atmósfera. Captar el agua ( ríos, arroyos, playas) es la gran conquista de
los impresionistas y les fascina
puesto que está en cambio permanente.
puesto que está en cambio permanente.
Técnicamente se emplean pinceladas sueltas de colores
puros, que hieren nuestra retina al verlos de cerca pero que, a cierta
distancia, componen escenas definidas pues nuestra vista las compone. Si lo
contemplas de cerca parecen cuadros emborronados, pero si te alejas, son
visiones preciosas en su luminosidad y transparencia. Es la mezcla óptica que
resuelve nuestro sentido de la vista. No se usa el negro, ni siquiera en los
contornos, se busca el color limpio, puro y vigoroso con pinceladas separadas
como si fuera un mosaico. La crítica de la época los puso a caldo, tachándolos
de atrevidos y faltos de gusto.
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